El Condado es la vida
Donde confluye el mar y lo urbano
El encanto del boato caribeño camina en sandalias sobre las excéntricas calles de El Condado de Puerto Rico, una zona exclusiva de inmenso tenor turístico que brinda la sensación de que en sus estancias es casi imposible la insatisfacción. Realmente no tiene importancia la predisposición con la que llegues a ese paraíso frente al mar, todos tus deseos pueden ser colmados: Elegantes hoteles, casinos espectaculares, paisajes marinos insuperables, deportes de vela, snorkeling y una de las atmósferas más eficientes para hacer que el amor se exprese libre si se viaja en pareja.
Existe también una promesa, si vienes solo a El Condado saldrás enamorado de su frescura, del color de su cielo, de la vida que como un tsunami te allanará toda el alma, en medio de una urbe con una ternura especial que siembra en la mente la idea de desear residir en el Estado Asociado para dejar atrás a la zona continental. El ánimo puede hallar en ese hermoso lar puertorriqueño cualquier motivación. Quienes sientan deseos de estar cara al océano, deben tener cuerpo y mente dispuestos para ser tocados por una brisa incesante que con manos arenosas acariciarán con una ligera abrasión la piel de los visitadores.
Unas aguas cálidas de un tono esmeralda tratarán de no dar mucha guerra a los bañistas, que deben aprender a dialogar con una pequeña resaca que es fácil de conjurar. En las playas privadas la seguridad está garantizada y existe un contingente de servidores turísticos prestos a proveer de la mejor hidratación y alimentación que sommelier, bartenders y chefs puedan ofrecer.
El nombre de “Condado” se le atribuye al conde don Pablo Ubarri y Capetillo, un acomodado terrateniente y empresario vasco radicado en Puerto Rico, cuyas tierras comprendían la zona que se conocía como San Mateo de Cangrejos. En 1878, obtuvo permiso del Gobierno español para construir un tranvía de vapor de Río Piedras a San Juan.
Una zona bohemia
No es fácil darle la espalda al mar, ni siquiera durante la noche. El encanto de la playa ofrece una nueva perspectiva bajo la luz de la luna. Sin embargo la ciudad tiene sus propias mareas, un oleaje que te puede llevar a disfrutar de buena música, excelentes tragos y una variedad de experiencias al entrar en contacto con la gente. Sin embargo al estar en El Condado la nostalgia por el mar no aparece así de fácil. Solo tienes que sacudir la arena de los zapatos y de inmediato logras acceder a opciones de entretenimiento porque el balneario y la ciudad es en sí una zona bohemia.
Desde luego si estás hospedado en un resort tendrás a tu disposición la mayoría de las opciones de diversión sin salir de sus instalaciones. Pero la calle invita, la aventura es una seductora y ayuda a crear recuerdos inolvidables. Si de recomendaciones se trata podemos hablar de “Océano”, un bar con un apetecible espacio a la intemperie que puede ayudarte a huir de la persecución de los aires acondicionados de hotel. Se encuentra aledaño a la calle Vending y ofrece la posibilidad de probar mojitos, degustar unas alcapurrias y terminar con un dulce cuatro leches espectacular.
Si estás más ganado a la acción te recomendamos ir a “El Barril”. Un local donde el baile y la diversión sacarán lo mejor de tu espíritu. Música en vivo, cabinas de Dj’s y una soberbia coctelería te harán regresar la noche siguiente. Y si de gastronomía se trata, los visitantes estará expuestos a probar el mejor “pico de gallo con chorizos” de sus vidas. “El Barril” está en la avenida Ashford. Y nuestra tercera sugerencia es “La Terraza”, ubicada en la calle Sol. Es un sitio para aquellos que imploran por excelsas “margaritas” para deshojar trago a trago. Es un sitio festivo donde el tesoro nacional boricua conocido como el “reggaetón” le hará mover los pies en conexión anatómica con varias partes del cuerpo.
El Condado es una aventura antes de llegar. Es un plan que en la mente de quien lo diseña crea espacios de ensoñación que los dejará inanimados frente a la pantalla del ordenador de la oficina. Cada pieza del calendario que lo acerque a sus playas, sus discos, bares y tiendas trasformará en irrealidad el tiempo, una dimensión de la vida que solo se volverá presente solo al respirar la brisa marina frente a sus playas.
Por: Gustavo Rízquez